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domingo, 28 de septiembre de 2008

La lluvia sigue cayendo sobre mi cabeza

Se cerraron los ojos azules del cine.

"Raindrop keep falling on my head", cantada por B. J. Thomas, suena como fondo de la escena, un icono del cine, en la que Katharine Ross y Paul Newman pasean en bicicleta. La película es "Butch Cassidy and the Sundance Kid" (Dos hombres y un destino en la versión española).




Raindrops keep fallin' on my head
And just like the guy whose feet are too big for his bed
Nothin' seems to fit
Those raindrops are fallin' on my head, they keep fallin'

So I just did me some talkin' to the sun
And I said I didn't like the way he got things done
Sleepin' on the job
Those raindrops are fallin' on my head, they keep fallin'

But there's one thing I know
The blues they send to meet me won't defeat me
It won't be long till happiness steps up to greet me

Raindrops keep fallin' on my head
But that doesn't mean my eyes will soon be turnin' red
Cryin's not for me
'Cause I'm never gonna stop the rain by complainin'
Because I'm free
Nothin's worryin' me

[trumpet]

It won't be long till happiness steps up to greet me

Raindrops keep fallin' on my head
But that doesn't mean my eyes will soon be turnin' red
Cryin's not for me
'Cause I'm never gonna stop the rain by complainin'
Because I'm free
Nothin's worryin' me

sábado, 27 de septiembre de 2008

Guantanamero



El propio Richard Stallman ha grabado esta canción de la cual es autor. Le acompañan músicos cubanos. Stallman habla bien el español, pero como cantante cubano ... aunque a los genios no se le han de poner reparos.

http://www.stallman.org/guantanamero.ogg

El 27 de septiembre de 1983, es decir hace 25 años, Richard Stallman, científico en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del M.I.T., escribía su famosa nota en los foros USENET (la Internet de la época) anunciando su intención de crear el GNU.

En nuestra opinión, esta idea del software libre está llamada, si los poderes institucionales no lo impiden, a ser uno de esos avances fundamentales para la humanidad, equiparable a la conquista del fuego, al invento de la cama, el calzador (no poluciona, no necesita de manual de instrucciones y no necesita de energía externa), la escritura y la imprenta.

jueves, 25 de septiembre de 2008

¡El salmo es mío!

¡EL SALMO ES MÍO!

Y la España que se llevó la canción se llevó el salmo también. Jamás oí en las catedrales españolas un salmo afilado que se pudiese clavar en el cielo, en la tierra o en la carne del Hombre.
Y siempre me preguntaba al entrar a las iglesias: ¿dónde estará el salmo? ¿dónde le habrán escondido los canónigos?

Durante el expolio de la última guerra española, lo encontré. Lo habían guardado los sacristanes en una vitrina y allí lo retenían como un idolillo inútil ya y sin sentido, para que lo contemplasen la erudición eclesiástica, los poetas pedantes y los turistas.

En Medellín, cuidad clara, ubérrima y levítica de Colombia, la prensa reaccionaria que como en todas partes vive de la calumnia asalariada, dijo en coro cuando pasé ya hace un año por allí, que yo era un rojo sacrílego que había robado los cálices y las joyas de las iglesias.

Pero no fué eso lo que robé. Fue algo más sagrado... Lo que me robé fue el salmo. Diré como pasó. Al final de la contienda, allá por los últimos días del año 1938, cuando los "rojos" se habían incautado de las iglesias y de los ornamentos sagrados (de los utensilios y de los cubiletes de los malabaristas y de los mercaderes del templo), yo me llevé el salmo.

Denunciadme al Sumo Pontífice, dadle mis señas, mostradle mi cédula (este libro es mi cédula).
Decidle que eso que va aullando en la ráfaga negra del viento por todos los caminos de la Tierra... es el salmo. Y que yo me lo llevo, que me lo llevo en mi garganta, que es la garganta rota y desesperada del Hombre a quién él ha dejado sin altar y sin tabernáculo.

No me lo robo. Me lo llevo... ¡lo rescato! El salmo es mío... ¡del poeta!... El salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes.
¡Fué un préstamo!
Y ahora me lo llevo.

Cuando los arzobispos bendicen el puñal y la pólvora y pactan con el sapo iscariote y ladrón... ¿para qué quieren el salmo?

El poeta lo rescata... se lo lleva.
Porque el salmo es del poeta...
¡Mío!...
¡El salmo es mío!


León Felipe
ESPAÑA E HISPANIDAD
MÉXICO - BOGOTÁ
1942 - 1946

jueves, 18 de septiembre de 2008

En la muerte de León Felipe

Lo que sigue está escrito al conocer en su día a través de la radio la noticia de la muerte de León Felipe, que había ocurrido el 17 de septiembre de 1968. Es posible que a algunos les resulte extraño el rechazo hacia España que destilan las líneas que siguen, pero han de tener en cuenta el momento en que está escrito. También pueden intentar la siguiente experiencia: nazcan en España durante la guerra civil, pasen los últimos años de su niñez en un pueblo murciano, bajo el clima asfixiante impuesto por la Iglesia Católica, que tan perfectamente supo hacer simbiosis con el franquismo, vayan sabiendo con el tiempo que en pocos países se han matado como aquí los hermanos entre sí, y que han sido menos aquellos en los cuales, una vez dada por acabada la guerra, se ha seguido fusilando rutinariamente a personas, por sus ideas a veces y en muchos casos por haber combatido por razones contingentes en el bando contrario.


Si es cierto, Dios, que estás en el rabo de la blasfemia,

¡Vamos, entonces!
sacude la A mayúscula de tu Apatía secular,
despójate de esa barba cana y paternal con la que te has prestado en disfraz a un cartel que dura ya demasiado tiempo, deja de poner cara de tonto-bueno
y guarda tu Minuto estelar de Silencio,
que ha muerto León Felipe, el Gran Blasfemo.

Fue a través de las ondas de radiodifusión que hormiguean la cáscara de la manzana podrida donde le ha tocado en suerte nacer y vivir a este gusano que suscribe, y durante aquellos días en que los periodistas de profesión pagada hacían girar entre todos el manubrio de la pianola con el conocido estribillo de

Checoslovaquia sí,
Checoslovaquia no,
Checoslovaquia sí, que lo he visto yo

en que, intercalada entre dos hipos consecutivos de la pianola, nos sirvieron, como se sirve apresuradamente un sándwich, la noticia:

«Ha fallecido en Méjico, a la edad de tantos años, el poeta español León Felipe»
(A continuación, el retorno a la pianola)

¡De modo que se atreven a decir que el Poeta Maldito era español!
Pobre España, ¡cómo estiran los pregoneros tu pellejo reseco para descubrirte honores!

Se me ocurre que podríamos organizar ahora la Gran Carcajada, que se propague aquí en la Tierra como una ola de demencia de garganta en garganta, hasta que se desencajen las mandíbulas y el espasmo alcance al fondo de los alvéolos pulmonares, para quebrar por resonancia los siete estratos celestiales, y te haga saltar, Buen Dios, de tu Hamaca…

Pero sospecho que sería mucho desear, porque mal haría un rebaño de sordos incurables el papel de un coro de reidores. Están encallecidos los tímpanos del mundo.

Por otra parte, es necesario sentir una pena infinita para reír hasta el vómito de sangre.
Por consiguiente, me decido por expresarme en lenguaje geométrico, y por eso diré que los topógrafos han tomado con teodolitos caros, de piedra en piedra, las medidas a España.

Y si tienen en los archivos las medidas de España, estoy de acuerdo en que pueden hacerle un uniforme militar o una casulla, pero me asombra que digan que León Felipe, el Gran Blasfemo, el Emperador de los Lagartos, el Poeta Maldito, era español.

¿Es que no saben, tan elemental como es, según los inofensivos axiomas euclidianos, que los grande no tiene cabida en el interior de lo pequeño?
¿Es que no recuerda y no sabe nadie aquí que León Felipe le quedó grande a España, y que España lo abortó, entre náuseas y sangre?
Entonces, el Ladrón sacrílego del Salmo, encontró una matriz más propicia y fue de esa manera como más tarde surgió el grito en la poesía.
Que nadie diga entonces que León Felipe era español, y ello por dos razones:
Primera, porque si se aborta se pierde el derecho a reclamar el nombre de madre.
Segunda, porque como he dicho antes basando mi tesis en las leyes de la geometría, no es posible introducir una montaña en el recto de una rana.

Y fue esa montaña la que, por obra y gracia del empuje soberbio de su genio universal, y mientras los más entre los poetas construían sus versos con la cinta métrica y el pentagrama, entró en erupción incontenible e hizo, a gritos, poesía.

18 septiembre 1968