Cuando yo digo el nombre de María,
que para mí es la voz del agua clara,
es como si a los campos me asomara
con la mano de un niño entre la mía.
Porque su nombre es campo en lejanía
con mastranteros de fragante vara
y ella en las manos lleva y en la cara
los olores suavísimos del día.
Así pues fue el amor, sencillamente,
quien su nombre inscribió sobre mi frente
con cinco letras de melancolía.
(Así pues fue el amor, sencillamente).
Y no es mi voz sino el amor quien canta
como espiga sonora en mi garganta
cuando yo digo el nombre de María.
(Cuando yo digo el nombre de María).
sábado, 22 de noviembre de 2008
Dedicatoria de un libro
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