Mataos... SEVERA CONMINACIÓN DE UN CIUDADANO DEL MUNDO
Mataos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Si vuestra rabia es fuego que devora al cielo
y en vuestras almohadas crecen las pistolas:
destruios, aniquilaos, ensangrentad
con ojos desgarrados los acumulados cementerios
que bajo la luna de tantas cosas callan,
pero dejad tranquilo al campesino
que cante en la mañana
el azul nutritivo de los soles.
Invadid con vuestro traqueteo
los talleres, los navíos, las universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece,
triturad toda rosa hallada; al noble pensativo,
preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte
que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes,
en esta misma hora que sonríe
por una desconocida ciudad de provincias,
pero dejad tranquilo al joven estudiante
que lleva en su corazón un estímulo secreto.
Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas
de entelequias, estructuras incompatibles,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis,
exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiríais un fusil de bravura,
pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar
que con su mujer pasea en los económicos atardeceres.
Aplastaos, pero, vosotros,
los inquisitoriales azuzadores de la matanza,
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata,
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa,
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparáis la trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de martirios inútiles.
Pisotead mi sepulcro también,
os lo permito, si así lo deseáis inclusive y todo,
aventad mis cenizas gratuitamente
si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
al campesino que nos suda la harina y el aceite,
al joven estudiante con su llave de oro,
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo,
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán roído a las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos,
y entre todos aspiran a vivir, tan sólo ésto,
y de ellos ha de crecer, si surge,
una raza de hombres con puñales de amor inverosímil,
hacia otras aventuras más hermosas.
Miguel Labordeta Subías
Miguel Labordeta Subías, poeta aragonés. Nació y murió en Zaragoza (Aragón) (16-7-1921, 1-8I-1969). Doctor en Historia, fue el hermano mayor del escritor, cantante y político José Antonio Labordeta.
Su hermano José Antonio Labordeta, diputado por la Chunta Aragonesista CHA, leyó este poema suyo en el Congreso de los Diputados como protesta por la decisión del entonces presidente Aznar de participar en la guerra de Iraq, decisión que además de ser ilegal ha representado una de los más tremendos actos genocidas de la historia reciente. Los muertos iraquíes se estiman en un número superior al medio millón, a lo cual hay que sumar un país fracturado en un rebrote de odios internos, más de un millón de exilados a paises externos y más de dos millones de desplazados en el propio territorio. Las gratuitas invasiones de Afganistan e Iraq han tenido como consecuencia una exacerbación de los actos de terrorismo indiscriminado y del odio a los Estados Unidos por parte de los paises musulmanes. Si algún país no había tenido absolutamente nada que ver con el bárbaro ataque del 11 de septiembre a objetivos estadounidenses, puede afirmarse con certeza que fue Iraq. Como ahora sabemos, parte de la coordinación del ataque se fraguó en tierras de España, y en absoluto en Iraq. Intervinieron personas originarias de Arabia Saudí y de Egipto, sin conexión ninguna con Iraq. Y rotundamente se sabe que la red Al Quaeda no tenía cabida en Iraq. Bush aprovechó el ataque del 11 de septiembre como una excusa para poner en marcha un plan que aguardaba su turno desde principio de los años noventa, rechazado por Clinton durante su mandato, y cuyos fines principales eran apropiarse de la enorme reserva petrolífera de Iraq a la vez que adueñarse de lo que se suponía que iba a ser una zona de influencia geoestratégica decisiva en Oriente Próximo (Medio Oriente para USA).
Las razones de guerra preventiva, por una supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte de Iraq, fueron una mentira descarada que nadie con una mínima dosis de sentido común podía creer. Aznar llegó a afirmar en una entrevista televisada que eso era una certeza absoluta, dando a entender que poseía información privilegiada. Más adelante los propios norteamericanos reconocieron explícitamente que estaban "equivocados".
La invasión de Iraq fue una guerra no defensiva, un motivo por el cual se llevó en su día a la horca a relevantes personajes del régimen nazi (juicios de Nuremberg). Bush fue apoyado en su decisión por el primer ministro británico, Tony Blair, y por José María Aznar. El apoyo del primero se entiende, por los compromisos de Gran Bretaña con los Estados Unidos, a cuya intervención en la Segunda Guerra Mundial deben el no haber sucumbido a la bota alemana. El apoyo del entonces presidente español es más difícilmente explicable, como no sea recurriendo a motivos de oportunismo, ya fuera personal ---es innegable que está recogiendo sobrados réditos por su postura--- o debido a cálculos políticos errados. Para España supuso, además de la participación en un crimen de lesa humanidad, un distanciamiento de la postura de reserva de Europa y de la contención de la ONU, que exigía más tiempo para comprobar la sospecha de la existencia de armas en Iraq que supusieran una amenaza de gran alcance. Puesto que existe un claro mandamiento de la ley de Dios que ordena no matar, sin añadido de condiciones, representó un verdadero asombro ver cómo en el Congreso de los Diputados los representantes del Partido Popular, muchos de los cuales son católicos confesos cuando no comprometidos con agrupaciones como el Opus, celebraban la decisión de la intervención española en el ataque con aplausos e incluso manifestaciones de alegría. Este recuerdo de las risas de los representantes políticos, cuando era claro que el derramamiento de sangre humana era la consecuencia casi segura de la intervención armada, es algo que quedará señalado imborrable en la historia de nuestro país, y como decía sorprende especialmente porque delata una falta absoluta de madurez mental. Y sorprende doblemente cuando se piensa que España es una tierra marcada ya para siempre por el estigma de Caín, luego de una desgarradora guerra civil no tan lejana en el pasado.
Por eso fue tan oportuno que Labordeta leyera su poema como alegato cuando se debatía (falso debate, pues es sabido que los diputados no votan casi nunca en conciencia, sino según las directrices marcadas por su partido, "la cosa nostra" como siempre). La estructura de partidos políticos de la soi disant democracia española funciona al estilo de las mafias más paradigmáticas. En esta maldita tierra nuestra no se vota nunca a individualidades portadoras de promesas o programas políticos, no, la cosa no funciona de ese modo; lo que aquí se lleva es un circo que se repite cada cuatro años y en el cual, cuando se elige al payaso del número principal éste lleva consigo a toda la troupe, al domador con sus tigres, al saltimbanqui y a la volatinera. Aquí se firma un cheque en blanco cada cuatro años, y durante esos ciclos no hay otra alternativa que la de sentarse a contemplar la farsa.
Y lamento disentir del poeta: no espero que surja una raza de hombres con puñales de amor inverosímil, hacia otras aventuras más hermosas. Por el contrario pienso que
"los inquisitoriales azuzadores de la matanza,
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata,
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa,
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
seguirán preparando la trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de martirios inútiles."
Y lo pienso porque no olvidaré nunca los aplausos, las risas y la descerebrada alegría infantiloide de los que celebraron el triunfo fácil (mayoría absoluta) de la decisión de comprometer a España en la invasión de Iraq, mientras otros anticipábamos ya la sangre en un desfile de espectros que pasaba flotante ante los ojos de nuestra imaginación.
Y por si a alguien le cupiera alguna duda acerca de si hubo o no risas como preludio de sangre derramada, aquí tiene una muestra. Corresponde a la reunión en las Azores, donde se declaraba, al amparo de una de las mentiras más burdas (tanto que George Bush se excusó en su momento argumentando que había sido engañado por la CIA), la invasión de Iraq. Hay especímenes (¿humanos?) para los cuales la muerte anticipada de otros seres produce alegría incontenible.
2 comentarios:
El autor de este poema es, en efecto, Miguel Labordeta (fallecido en 1969). Quien lo leyó en el Congreso fue su hermano José Antonio, Diputado de la Chunta Aragonesista (CHA).
¡Un saludo!
Gracias, Anónimo. Ya he corregido el error... que no era de imprenta precisamente.
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