Pues sí. Una vez, hace ya mucho tiempo, como en los cuentos, alguien escribió un poema dedicado a mi persona. Julio era entonces el dueño del bar Leo. Yo conocía el sitio por Gretel, y el lugar quedaba cerca de su casa y no lejos de la mía. No recuerdo gran cosa, excepto que allí hice algunos amigos con los que jugaba al dominó. Y también me parece estar viendo todavía la estampa de Gretel, casi nunca sin su inseparable gin-tonic. Estaba también el camarero, del que se me ha borrado el nombre. Un buen día Julio me entregó una cuartilla con el poema manuscrito, que ha vuelto a mis manos revisando papeles para tirar, y que transcribo seguidamente. Dice así:
Romance a Pedro Crespo, que entiende de poetas y de galaxias.
El viento dora su frente
ancha de plazas y calles
con lejanos horizontes
y logaritmos iguales.
La vista, pone su dedo
en paisajes siderales
y sin cesar busca sendas,
caminos para lanzarse.
La mente, llena de lunas,
esconde su sabia carne
de guarismos perseguidos
y de literarios sauces.
En su mano tiene un libro
que merienda por la tarde,
en sus ojos una chispa
de lucero caminante
y en la boca una sonrisa
de romano que le nace.
Un perfil de poesías
le juega por los ramajes
y una sed por conocer
pitagóricas verdades.
El viento, siempre a caballo,
rompiendo lanzas al aire
se cuela por bulerías
en lenguajes alemanes.
Don Pedro Crespo se mira
en espejos que al quebrarse
dan la trigonometría
de cosenos tangenciales.
Una luz blanca le brilla
su frente de nigromante
y en su mano multiplican
las tímidas realidades,
las poéticas locuras
y las exactas imágenes.
Julio Vaquero
2 feb 64
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1 comentario:
Luego de leer con gran placer esta entrada, pienso:
1) Parece que Pedro Crespo tiene un talento poético contagioso.
2) Julio Vaquero debía conocer mucho y, en consecuencia, apreciar otro tanto a Pedro Crespo.
3) ¿Dónde estaba el bar "Leo"? ¿Todavía existe? ¿Qué fue de Julio?
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