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lunes, 29 de octubre de 2007

en un cuadro de edward hopper

Edward Hopper - Morning sun

desvarío acaso cuando digo que esa mujer
desnuda
en la ventana
se
ha despojado del crepúsculo para que el aire llegue
finalmente
a
sus paisajes más remotos
ahora
que todo el mundo puede ver
que
sus pezones duermen torrencialmente
y
que una hecatombe de sombras llena sus ojos de bocas de lobo
ahora
que no es difícil adivinar
la
huella que ha dejado entre sus piernas
un
lento caracol de arena

quién podría decir que en la ventana no hay un incendio inmóvil
una
estatua de humo con breves pájaros en las puntas de los dedos
a
quién podría ocurrírsele confundirla con el reflejo del mar
con
la escasa lengua de yodo sobre las plumas de una gaviota

esa mujer tiene una enorme soledad apoyada en las rodillas
una
tormenta de caballos en sus labios apenas abiertos
y
yo puedo enumerar cada una de sus derrotas
en
los lunares de la espalda
dirán
como siempre que es sólo una habitación
invadida
por la luz de la tarde
solamente
una ventana
desde
la que se ven los patios abandonados
los
juguetes oxidados de una casa arrasada por la ausencia
pero
el leve movimiento de sus párpados
agita
el agua de las botellas
lanza
el océano contra las paredes de los vasos
hunde
veleros y sueños en una sola de sus lágrimas

me pregunto si acaso es necesario repetir que desde sus pies hasta el cielo
su
estatura es la distancia exacta del abismo
o
el espacio imprescindible para guardar los gemidos y las sombras
qué
importa entonces si nunca ha oído hablar del teorema de pitágoras
o
si sabe que su pecho izquierdo forma un ángulo recto con la costa
lo
que importa en realidad
es
que se ha desnudado lentamente
y
ahora hay un ejército de olores en la penumbra del suelo
mientras
los espejos multiplican el perfil de sus nalgas
ante
una jauría de perros de saliva
qué
importa su nombre ahora que inclina el vientre
hasta
rozar el recuerdo del hombre que la mira
ahora
que suspira profundamente
con
un sonido que hace pedazos la neblina

desvarío acaso cuando digo que cualquier solitario
podría
ocultar sus crímenes y sus parques
en
la escarpada playa de sus dientes
o
que no lloverá
hasta
que ella haya cubierto las dos mitades de su luna
y
decida finalmente elegir entre el otoño y el color de los árboles
o
deje de mover el mundo
cuando
alza una mano y la apoya
en
la transparencia del viento

Gerardo di Masso


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