La soledad es un sapo taciturno
que contagia de gris lo que contemplan
sus pacientes ojos hemisféricos.
La soledad es un caracol flemático
que ensaliva sin diligencia techos y paredes.
La soledad es una perenne lluvia mínima
que penetra ladrillos, mármoles, mesas y sombreros.
La soledad es un abrazo que circunda
y que nunca desatiende a su presa.
La soledad, desde siempre deshabitada,
se colma si acaso de ecos de sí misma.
Y se nutre, la soledad, de multitudes urbanas
que pasan rozando armadas de muros de distancia.
P. Crespo
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