Fue que la primavera de repente
lo sorprendiera en su invernal reposo
y al vestirlo con ropaje frondoso
mostrara su esplendor antes ausente.
Y con la luz de la que el sol es fuente
juega el álamo quedo y silencioso
y sabiéndose un árbol generoso
la difunde de nuevo en el ambiente.
En falanges de escudos plateados
se dispone su ejército de hojas
de las que irradian flechas de fulgores.
Árbol sabio de verdes azulados
cuando la suave lluvia a tí te moja
quieren tus ramas ser ramos de flores.
P. Crespo
2 comentarios:
Pues... ¡quisiera ser álamo, para agradecer tanta belleza como corresponde!
¡Gracias, Pedro!
¡Me encanta, Pedro!
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