viernes, 7 de marzo de 2008
Los dados eternos
Para Manuel González Prada, esta
emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha
aplaudido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
César Vallejo
Este poema pertenece a Los Heraldos Negros, su primer libro impreso (Lima, 1918). Declamado por los Grandes Interpretes del Sentir Allejano.
Otras estampas en recuerdo de Vallejo.
El poeta está enterrado en el cementerio de Montparnasse en París. No pudo regresar a su tierra natal debido a una orden de captura que pesaba sobre su persona.
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1 comentario:
Me encanta este poema y muchos de Vallejo, me estruja el alma su protesta metafísica, su angustia frente a este mundo cruel, mezquino y abyecto.
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