tú la permanencia del Norte.
Yo el desasosiego del viento,
tú la flexibilidad del junco.
Yo la torpeza del bruto,
tú la humana ternura.
Yo sólo veo cosas,
tú sabes más allá de la niebla.
Desapercibido, he hecho camino
por tus sendas de éter.
Ahora, ante tí, las armas rotas,
el escudo depuesto,
te entrego mi promesa:
viviré para tí, mi soberana;
viviré por tí, única explicación
de mi existencia.
P. Crespo
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