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miércoles, 11 de junio de 2008

Setenta balcones y ninguna flor

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!


Baldomero Fernández Moreno




lunes, 26 de mayo de 2008

Un aplazado (1)




De pronto, como un breve latigazo,
mi nombre, Friedt, estalló en el aula.
Yo me puse de pie, y un poco trémulo
avancé hacia la mesa, entre las bancas.
Era el examen último del curso
y al que tenía más miedo: la gramática.
Hice girar resuelto el bolillero
Las dieciséis bolillas del programa
resonaron en él lúgubremente
y un eco levantaron en mi alma.
Extraje dos: adverbio y sustantivo.

Me dieron a elegir una de ambas
y elegí la segunda. -¿Y qué es el nombre?
díjome uno y me asestó las gafas.
Sentí luego un sudor por todo el cuerpo,
se me puso la boca seca, amarga,
y comprendí, con un terror creciente
que yo del nombre no sabía nada.
Revolvía allá adentro, pero en vano,
me quedé en absoluto sin palabras.

Y empecé a ver la quinta en que vivíamos:
el camino de arena, cierta planta,
el hermano pequeño, mi perrito,
el té con leche, el dulce de naranja,
¡qué alegría jugar a aquellas horas!
Y sonreía mientras recordaba.
-¡Pero señor -rugió una voz terrible-,
el nombre sustantivo, una pavada!-
Torné a la realidad: sobre la mesa
los dedos de un señor tamborileaban,
cabeceaba blandamente el otro,
el tercero bebía de una taza.

Hacía gran calor. Yo tengo una
cara redonda, simple, colorada,
los ojos grises y los labios gruesos,
el pelo rubio, la sonrisa clara.
Yo quería jugar, no dar examen
darlo otro día, sí, por la mañana...

Se me nubló la vista de repente,
los profesores se me borroneaban,
adquirió el bolillero proporciones
gigantescas, fantásticas,
oí como entre sueños: Señor mío,
puede sentarse... -Y me llené de lágrimas.


Baldomero Fernández Moreno


(1) Quien fracasa en un examen.

domingo, 16 de marzo de 2008

Nubes



¡Cómo pasan las nubes sobre tu cabecita!
¿Alcanzarán a verlas tus ojos azulados?

Ojalá seas siempre como ellas:
capaz de ir de uno en otro lado,
de contornearte en un millón de formas,
de vestir los colores más extraños,
de deshacerte en los agudos picos,
de perderte de vista de tan alto,
regar la tierra de menuda lluvia,
tronar soberbio, despedir el rayo...

También es bueno ser tronco de árbol,
recto, inmutable, pardo.

Baldomero Fernández Moreno

sábado, 16 de febrero de 2008

Contemplación del beso

Debe el beso venir desde la hondura
de una cabeza baja y atraída
en la penumbra gris desvanecida
mientras un viento vuele de frescura.

Boca entreabierta, elástica, madura,
que en el atardecer se haga una herida.
Toda ella roja de profunda vida
con un signo mortal: la dentadura.

Verlo avanzar después muy lentamente
como un ascua encendida o roja estrella
y detenerlo, ay, súbitamente.

Contemplarlo en deliquio y miel de abella,
huir la boca por rozar la frente
y a ella volver para morir en ella.


Baldomero Fernández Moreno

viernes, 15 de febrero de 2008

Caminos




Huyo, siempre que puedo,
de las frías veredas.

Prefiero los ladrillos
con musgo, en las afueras.

Pero amo, sobre todo,
los senderos de tierra.

Mejor con una que otra
hojita amarillenta.


Baldomero Fernández Moreno

lunes, 24 de diciembre de 2007

Plenilunio

Sin tocar el timbre,
sin batir la aldaba,
sin sonar las manos,
sin decir palabra
por la puerta adentro
se entró la taimada.
Me topé con ella
al salir de casa.
No estaba de pie
ni estaba sentada
como quien espera
que los criados vayan.
En las losas negras,
en las losas blancas,
del zaguán sonoro
de la casa hidalga,
fresca de rocío
yacía acostada.
Y no entre sus ropas
medio recatada,
mas toda desnuda,
nevada y dorada,
por ahí tirados
sus velos de plata;
por los escalones,
floja, derramada
la melena rubia
con perlas fantásticas,
tal como una reina
lúbrica y errada
que por esas calles
fuera de parranda.
No cambió de sitio,
no me dijo nada
cuando en la cancela
resonó mi planta.
Láguidos los brazos,
las pupilas de ámbar,
sin aliento el pecho,
la sonrisa extática,
desde el pavimento
me miró muy pálida.
Topé con la luna
al salir de casa.


Baldomero Fernández Moreno

Dedicado a Selene, tan bella
en el cielo.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Soneto de tus vísceras


Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.


Canto a tu masa intestinal rosada
al bazo, al páncreas, a los epiplones,
al doble filtro gris de tus riñones
y a tu matriz profunda y renovada.


Canto al tuétano dulce de tus huesos,
a la linfa que embebe tus tejidos,
al acre olor orgánico que exhalas.


Quiero gastar tus vísceras a besos,
vivir dentro de ti con mis sentidos...
Yo soy un sapo negro con dos alas.


Baldormero Fernández Moreno (Argentina, 1886-1950)