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viernes, 18 de enero de 2008

Elegía por un brujo

Ocho por ocho
sesenta y cuatro.
Porque no los contempla
la mirada del brujo,
sesenta y cuatro escaques
se han teñido de negro,
y ya no alternan
el claro y el oscuro,
porque no los contempla
la mirada del brujo.
Se apagó la luz en Islandia,
y la noche jugó al salto del caballo
de tablero en tablero
en una lúgubre danza
hasta cubrir el orbe.
Por vez primera
abandonaron a un tiempo
negras y blancas.
¿El rey negro? Tiró su corona negra.
¿El rey blanco? Tiró su corona blanca.
Los alfiles siguen los caminos rectos,
se rompieron las almenas de las torres,
los caballos se negaron a brincar,
los peones, todos a una,
retrocedieron un paso,
la reina negra llora en su casilla negra,
la reina blanca llora en su casilla negra.
Cuando avance el tiempo
y los peones den pasos al frente
y los caballos vuelvan a saltar quebradamente
y los alfiles vengan otra vez
por sus oblicuos derroteros
y las torres recompongan su testa
y la dama negra enjugue sus lágrimas
y la dama blanca recupere su casilla blanca,
entonces, sólo entonces,
tornaré a sentarme ante el tablero,
y pensaré en ti, Bobby,
aunque ahora sé muy bien
que ya no habrá más juego.
Pedro Crespo, 18 enero 2008

(Nota: la palabra enjuague se ha cambiado por enjugue tras la acertada observación del amigo Orlando Francisco Menéndez, a quien agradecemos la advertencia).

1 comentario:

Alina M dijo...

Magistral, como corresponde.

Mucha gente se va a sentir muy identificada con lo que transmite el poema, Pneuma.