En las manchas lunares, los ingleses creen descifrar la forma de un hombre; dos o tres referencias al "hombre de la luna", al "man in the moon", hay en el Sueño de una noche de verano. Shakespeare menciona su haz de espinas o maleza de espinas; ya alguno de los versos finales del canto vigésimo del Infierno habla de Caín y de las espinas. El comentario de Tommaso Casini recuerda a este propósito la fábula toscana de que el Señor dio a Caín la luna por cárcel y lo condenó a cargar un haz de espinas hasta el fin de los tiempos. Otros, en la luna, ven la Sagrada Familia, y así Lugones pudo escribir en su Lunario sentimental:
Y está todo: la Virgen con el niño; al flanco,
San José (algunos tienen la buena fortuna
De ver su vara); y el buen burrito blanco
Trota que trota los campos de la luna.
Los chinos, en cambio, hablan de la Liebre Lunar. El Buda, en una de sus vidas anteriores, padeció hambre; para alimentarlo, una Liebre se arrojó al fuego. El Buda, como recompensa, envió su alma a la luna. Ahí, bajo una acacia, la Liebre tritura en un mortero mágico las drogas que integran el elixir de la inmortalidad. En el habla popular de ciertas regiones, esta Liebre se llama "el doctor", o "liebre preciosa", o "liebre de jade".
De la liebre común se cree que vive hasta los mil años y que encanece al envejecer.
Jorge Luis Borges (El libro de los seres imaginarios)
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