Noche de verano, a comienzos del mes de julio. El jardín es amplio, el suelo está alfombrado por el césped y los árboles se hallan dispersos salpicados en la periferia. En la distancia algunos reflejos en franjas permiten distinguir el mar. Y ocurre que una elemental molécula de la química orgánica, C2H6O, si uno comulga con ella en cantidad relativamente apreciable, transforma la realidad: la vida deja de ser absurda y casi se diría que tiene un sentido, los demás dejan de ser el infierno como dijera Sartre, y son buenos y amables, uno siente que los quiere a todos, que vale la pena vivir. Sí, esto que siento debe ser eso que llaman felicidad en las novelas, estoy casi seguro. Sí, esta noche la vida tiene sentido.
En eso distingo que una muchacha en flor a la que no reconozco baila en la pista del zaguán. ¿Quién es esa chica? pregunto. Sofía, es Sofía, me aclara Isabel. Imposible, digo, Sofía sólo tiene ocho años y... No, lo que pasa es que hace mucho que no la ves... Ah, claro, eso debe ser, pero es imposible, no puede ser...
Era Sofía. El tiempo se va convirtiendo cada vez en mi mayor enemigo. No le perdono que abra estas zanjas tan inmensas en torno mío, absolutas cuando se las compara con las espaciales. Mis hijos ya no son aquellos hijos míos, Sofía ya casi no es Sofía. Y me viene también a la memoria esa muchacha que ayer mismo estaba sentada en la mesa contigua en la cafetería; nimia la distancia en el espacio, infranqueable la distancia impuesta por el tiempo.
Todo esto es para que comprendan que muchas de las canciones del Flaco adquieren una dimensión nueva cuando se reconoce el contexto (sí, tus duraznos y albaricoques de Bertrand Russell, Alina). La canción que sigue está dedicada a Rocío, y si no estoy equivocado se cantó en público por vez primera en esa fiesta a que aludía antes.
Qué pena
(
Por fin una canción para Sofía,
las musas han querido permitir
que intente describir todo el encanto
que brota de esa niña
que ahora quiere ser mujer,
que mezcla los peluches
con los ritmos de OT que están de moda.
Que intente describir toda la gracia,
contar ese dilema
de verla como aún juega con la arena
y canta las canciones de Joan Tena,
de eso lindo que nace
pero algo se me escapa y me da pena.
Cuando la veo ir a la playa
con su pareo, con la pelota
y ese leve contoneo yo siento pena
porque deseo
que el tiempo se detenga para siempre,
que no lleguen ni octubre ni noviembre,
que no llegue jamás
porque algo se me escapa y me da pena.
Qué pena, qué pena.
2 comentarios:
Casi me haces llorar, Flaco, esa noche, mientras seguía con la mirada a Sofía y os escuchaba cantar eso de
que no llegue ni octubre ni noviembre,
que no llegue jamás la Nochebuena.
Sí, es cierto, qué pena, qué pena.
Pero me alegré por Sofía. Por fin tenía su canción, ¡y qué canción!
¡Cómo casi! su padre lloraba cada vez que la oía o tocaba. El solo de guitarra de la grabación es de él.
De hecho la canción nació después de unos comentarios suyos sobre la niña que tendría trece o catorce años. Lo de OT y Joan Tena es literal y lo del pareo y la pelota casi.
Lo de "por fin" también lo es. Sabes que Nico, Publio, Daniel, Guillermo, Lucas etc tenían sus canciones y ella se ha pasado la infancia diciéndome que no tenía una para ella sola. La verdad es que me costó encontrarla.
¡Gracias Pneuma!
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