He observado que en los medios de difusión se emplea, aunque es cierto que sólo ocasionalmente, el anglicismo serendipia, y que las más de las veces en que eso ocurre se utiliza para significar un suceso cuya probabilidad es exageradamente pequeña, matiz que no se corresponde con su significado original.
La palabra serendipia está tomada de la inglesa serendipity. Nuestra Academia no la ha acogido todavía, pero Manuel Seco, en su Español Actual, incluye «serendipidad» (la que traduce más fielmente serendipity, aunque hay quien escribe serendipiti, o también serendipia) como «la facultad de hacer un descubrimiento o un hallazgo afortunado de manera accidental». Un libro de Alianza Editorial de 1989, por R.M. Roberts, se llama Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia.
Esta palabra, serendipity, es muy curiosa, porque se sabe la fecha exacta y el lugar en que fue escrita por primera vez. Lo hizo Horace Walpole, cuarto conde de Oxford, hombre de gran cultura y aficionado a las antigüedades, en la mañana del 28 de enero de 1754 y en el escritorio de la biblioteca de su mansión en Strawberry Hills, en una carta escrita a Horace Mann, quien hacía las veces de embajador en Florencia al servicio del rey Jorge II. Walpole, que más tarde declaró que ya había inventado antes esa palabra, la utilizó para referirse a un descubrimiento que había hecho, cuando menos lo esperaba, en un antiguo cuadro italiano que le había enviado el destinatario de su carta. Para ilustrar la idea con un ejemplo se refirió a un cuento pretendidamente de origen persa que había leído de niño, llamado «Los tres príncipes de Serendip», del que refiere que «mientras que sus altezas viajaban, siempre estaban descubriendo, por accidente y por sagacidad, cosas que no pretendían: por ejemplo, uno de ellos descubrió que una mula ciega del ojo derecho había hecho su mismo recorrido últimamente, ya que la hierba sólo había sido comida por la parte de la izquierda, en donde era de peor calidad que la de la derecha.»
A Walpole le traicionó la memoria, porque el cuento no habla de mulas sino de camellos, como corresponde a un cuento oriental. Walpole derivó su palabra de Serendip, que es el nombre que daban en oriente inicialmente a la isla de Ceilán (Sri Lanka), que es donde el cuento situaba las aventuras de los príncipes. A este cuento también se le ha podido seguir la pista: se publicó por primera vez en Venecia en
Uno de los ejemplos que se cita como ilustrativo de serendipia (o de serendipidad) es el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming. Se presenta a veces también el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, aunque en este caso se da la circunstancia del descubrimiento accidental pero no así el de su reconocimiento, ya que Colón murió sin haber reparado en que había descubierto un nuevo mundo.
P. Crespo, ocubre 2005
4 comentarios:
Muy interesante, Pneuma.
Aquí en la Argentina se usa la forma "serendipidad", aunque no es una palabra muy divulgada, y mucho menos con su significado real.
¡Vaya alarde de erudición! Pneuma, pero en astronomía hay un caso típico de serendipidad que no recuerdo ¿Lo recuerdas tú?
Esta falta de rigor en el uso del vocablo me recuerda el que se comete con "victoria pírrica", que suele confundirse con "victoria por la mínima" (lo cometen mucho los comentaristas deportivos, y ya se sabe...). En realidad es "victoria costosa pero que no sirve para nada al que la obtuvo", por Pirro, rey de Epiro (s IV aJC), que obtuvo muchas contra Roma, a un alto precio, que le hicieron exclamar: "Otra victoria como ésta y estoy perdido".
Típicas victorias pírricas fueron las de Aníbal.
Muy bien, Pedro.
Un abrazo desde Mar del Plata.
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