Yo no podré jamás ser un buen padre
con el pecho estrellado de condecoraciones
y el cuadro de un abuelo bien barbado,
modelo de mi prole.
A una mujer le brotarán mis hijos
tan milagrosamente como flores.
Llegarán preguntando a dónde vienen,
desde Dios sabe dónde.
Y yo, que he estado siempre entre preguntas,
¿qué responderé entonces?
Qué pena no poder ser un buen padre
lleno de tesis y de nombres,
con un consejo a flor de labio
y un dedo enarbolando las lecciones.
Mal puede un escultor hecho de barro
querer modelar hombres.
Ellos me pedirán para sus pasos
sendas seguras en el bosque.
—«Dejad la mano izquierda en el ocaso
y el corazón quemando el polo norte,
zaguero el sur y a la derecha el alba.
Y ahora que conocéis los horizontes
marchad —diré a mis hijos—
a donde oigáis cantar los ruiseñores».
Qué pena no poder ser un buen padre
de los que todo lo conocen,
y que vergüenza que mis hijos
se enteren por los libros de que hay padres mejores.
Les dejaré la herencia de mi frente,
un arca llena de interrogaciones.
¿Qué van a pensar ellos
sintiéndose tan pobres?
Qué lástima tener que ser mal padre,
tan viejo y triste junto a alegres jóvenes,
con la espalda curvada
de tanto cortar flores...
1 comentario:
Me gusta mi padre tal como es; pero si hubiera podido elegir otro más, habría elegido a este.
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