Mujer de la vida, eres
como la vida te ha hecho.
(A quienes hizo la muerte:
descansen entre los muertos).
Mujer estrella, que duermes
con el sol, mujer lucero.
Palabras vengo a decirte
sencillas como el dinero:
¿Ningún hombre te tomó
por el asa de tu cuerpo,
y te bebió, regalada,
gota a gota, beso a beso?
En tu profesión de cruz
con los dos brazos abiertos,
vendes amor y no tienes
amor que llevarte al pecho.
Perdona, virgen, estrella,
cerca de la mano y lejos.
Porque en esa encrucijada
de tus brazos y tu cuerpo,
bajo tus dos blancas lunas,
dormita un corazón huérfano.
Señora, perdona a nos
caricias sin sentimiento,
madrigales de blasfemias,
la sequía de tu pecho
y los frutos de tu vientre,
antes de ser flores, secos.
(Clavos de cobre en las manos
ponen al calvario un precio.
Corona de cinco espinas,
caricia de cinco dedos).
Señora, quiero en la noche
oscura de tu cabello
soñar que me has perdonado
las cosas que estoy diciendo.
Bendito sea el futuro
de tu vientre y de tu seno.
Bendita el agua bendita
que hay en tus labios y el fuego
que hay en tu sangre y el barro
bendito que hay en tu cuerpo.
Amén. Bendita tú eres.
Lo maldito sólo es nuestro.
Pedro Lezcano (Consejo de paz, 1965)
miércoles, 27 de febrero de 2008
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