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viernes, 4 de enero de 2008

El hacha - Elegía española

Lo mismo (Francisco de Goya, Los desastres de la guerra).
Aguafuerte, punta seca, lavis, buril y bruñidor (162 x 223 mm.)

Dedicatoria


A los Caballeros del Hacha,
A los Cruzados del Rencor y del Polvo...
A todos los españoles del mundo.

... Los muertos vuelven,
vuelven siempre por sus lágrimas
(el muchacho que se fue tras los antílopes regresará también).
Nuestras lágrimas son monedas cotizables;
guardadlas todas ¡todas!
para las grandes transacciones.
Hay estrellas lejanas
¡y yo sé lo que cuestan!

El hacha

¡Oh, este dolor,
este dolor de no tener ya lágrimas;
este dolor
de no tener ya llanto
para regar el polvo!
¡Oh, este llanto de España,
que ya no es más que arruga y sequedad...
mueca,
enjuta congoja de la tierra,
bajo un cielo sin lluvias,
hipo de cigüeñal
sobre un pozo vacío,
mecanismo, sin lágrimas, del llanto!

¡Oh, esta mueca española,
esta mueca dramática y grotesca!
Llanto seco del polvo
y por el polvo;
por el polvo de todas las cosas acabadas de España;
por el polvo de todos los muertos
y de todas las ruinas de España,
por el polvo de una casta
perdida ya en la Historia para siempre!

Llanto seco del polvo
y por el polvo. Por el polvo
de una casa sin muros,
de una tribu sin sangre,
de unas cuencas sin lágrimas,
de unos surcos sin agua...
Llanto seco del polvo
por el polvo que no se juntará ya más,
ni para construir un adobe
ni para levantar una esperanza.
¡Oh, polvo amarillo y maldito
que nos trajo el rencor y el orgullo
de siglos
y siglos
y siglos...!
Porque este polvo no es de hoy,
ni nos vino de fuera:
somos todos desierto y africanos.

Nadie tiene aquí lágrimas.
Y ¿para qué hemos de vivir nosotros
si no tenemos lágrimas?
Y ¿para qué hemos de llorar ya más
si nuestro llanto no aglutina?
-ni en los clanes rojos
ni en las harcas blancas-.
En esta tierra
el llanto no aglutina;
ni el llanto ni la sangre.
Y ¿para qué sirve la sangre derramada
si no junta los labios de la casta?
Disolvente es la sangre en esta tierra
lo mismo que las lágrimas,
y ha clavado banderas
plurales y enemigas
en todos los aleros.
Los ídolos domésticos
hablaron vanidad.

Tierra arenosa sin riego,
carne estrujada sin llanto,
polvo rebelde de rocas rencorosas
y lavas enemigas,
átomos amarillos y estériles
del yermo,
aristas vengativas,
arenal de la envidia...
esperad ahí secos y olvidados
hasta que se desborde el mar.

¿Por qué habéis dicho todos
que en España hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?

En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Un hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin descanso
sobre cualquier humilde ligazón:
sobre dos plegarias que se funden,
sobre dos herramientas que se enlazan,
sobre dos manos que se estrechan.
La consigna es el corte,
el corte,
el corte,
el corte hasta llegar al polvo,
hasta llegar al átomo.
Aquí no hay bandos,
aquí no hay bandos,
ni rojos
ni blancos
ni egregios
ni plebeyos...
Aquí no hay más que átomos,
átomos que se muerden.

España,
en esta casa tuya no hay bandos.
Aquí no hay más que polvo,
polvo y un hacha antigua,
indestructible y destructora
que se volvió y se vuelve
contra tu misma carne
cuando te cercan los raposos.
Vuelan sobre tus torres y tus campos
todos los gavilanes enemigos
y tu hijo blande el hacha
sobre su propio hermano.
Tu enemigo es tu sangre
y el barro de tu choza.
¡Qué viejo veneno lleva el río
y el viento,
y el pan de tu meseta,
que emponzoña la sangre,
alimenta la envidia,
da ley al fratricidio
y asesina el honor y la esperanza!
La voz de tus entrañas
y el grito de tus montes
es lo que dice el hacha:
«Este es el mundo del desgaje,
de la desmembración y la discordia,
de las separaciones enemigas,
de las dicotomías incesables,
el mundo del hachazo... ¡mi mundo!
dejadme trabajar».
Y el hacha cae ciega,
incansable y vengativa
sobre todo lo que se congrega
y se prolonga:
sobre la gavilla
y el manojo,
sobre la espiga
y el racimo,
sobre la flor
y la raíz,
sobre el grano
y la simiente,
y sobre el polvo mismo
del grano y la simiente.
Aquí el hacha es la ley
y la unidad el átomo,
el átomo amarillo y rencoroso.
Y el hacha es la que triunfa.

Hay un tirano que sujeta
y otro tirano que desata...
y entre los dos tu predio, libertad.
¡Libertad, libertad,
hazaña prometeica,
en tensión angustiosa y sostenida
de equilibrio y amor!
¡Libertad española!
a tu derecha tienes
los grillos y la sombra
y a tu izquierda la arena
donde el amor no liga.
Se es esclavo del hacha
lo mismo que del cepo...
Y el desierto es también un calabozo;
el desierto amarillo
donde el átomo roto
no se pone de pie.

De aquí nadie se escapa. Nadie.
Por que dime tú, amigo cordelero,
¿hay quién trence una escala
con la arena y el polvo?

Español,
más pudo tu envidia
que tu honor,
y más cuidaste el hacha
que la espada.


Tuya es el hacha, tuya.
Más tuya que tu sombra.
Contigo la llevaste a la Conquista
y contigo ha vivido
en todos los exilios.
Yo la he visto en América
-en México y en Lima-,
Se la diste a tu esposa
ya tu esclava...
y es la eterna maldición de tu simiente.


Tuya es el hacha, el hacha:
la que partió el Imperio
y la nación,
la que partió los reinos,
la que parte la ciudad
y el municipio,
la que parte la grey
y la familia,
la que asesina al padre
-Alvargonzález,
Alvargonzález, habla-,
Bajo su filo se ha hecho polvo
el Arca,
la casta,
y la roca sagrada de los muertos;
el coro,
el diálogo
y el himno;
el poema,
la espada
y el oficio;
la lágrima,
la gota
de sangre,
y la gota
de alegría...
Y todo se hará polvo,
todo,
todo,
todo...
Polvo con el que nadie,
nadie,
construirá jamás
ni un ladrillo
ni una ilusión.


España no eres tú,
el de las harcas blancas,
ni tú,
el de los clanes rojos.
España es el hacha.
Y el hacha es la que gana.
Esta vez pierden todos, caballero.
(-Me esconderé en el portalón
detrás de la columna
y apostaré después
cuando la bola haya salido).

Esta vez pierden todos, caballero:
el que se esconde
y el que huye;
los jugadores de ventaja,
el tramposo,
el garitero
y el matón...
Y el hacha es la que gana.
Cobraremos todos en arena,
todos, hasta los muertos,
que esperan bajo tierra
la gloria y el rosal.
Esta vez pierden todos.
Obispos buhoneros,
volved las baratijas a su sitio:
los ídolos al polvo
y la esperanza al mar.

Hemos bajado el último escalón...
el que acaba en la cripta.
Mirad ahora hacia arriba
por el pozo viscoso de la Historia.
Allá,
en el disco apagado de la noche,
ni una voz
ni una estrella.
Nadie nos llama
ni nos guía,
y mientras nuestra sangre se desborda
el mundo juega al bridge
y el Gran Juez a los dados.
Fuimos un espectáculo anteayer,
pero hoy ya el circo está vacío.
La negra pantomima
fratricida de España,
la vio Tubal-Caín,
es vieja como el mundo,
como el odio y la envidia...
y hoy la enciende y la apaga
un empresario inglés.
Sin embargo, vosotros
podéis aun arroparos, si hace frío,
en una manta proletaria
o en un manto señorial.
Y apedrearme, si queréis,
maldecirme y gritar:
¡Muera ese falso augur
que ve mejor la grupa de la noche
que la frente de la mañana!...
Pero aquí en nuestras manos
sólo hay polvo y rencor.

-¡Eh, tú, Diego Carrión!,
¿qué insignia es ésa
que llevas en el pecho?
-El haz de flechas señorial.
-¿Y tú, Pero Vermúez?
-La estrella redentora y proletaria.
Españoles,
dejémonos de burlas.
No es ésta ya la hora de la farsa.
Vámonos poco a poco,
que en los nidos de antaño
no hay pájaros hogaño.
Yo fuí loco
y ya estoy cuerdo.
Nadie tiene aquí lágrimas,
pero tampoco risas.
Aquí no hay lágrimas
ni risas...
Aquí no hay más que polvo
¡Quitaos esas máscaras!
Nuestro símbolo es éste: el hacha.
Marcaos todos en la carne del costado
con un hierro encendido,
que os llegue hasta los huesos
el hacha destructora...
Todos,
Diego Carrión,
Pero Vermúez,
todos.
Y vamos a dormir,
a descansar en el polvo,
aquí,
en el polvo y para siempre.
No somos más que polvo.
Tú y yo y España
no somos más que polvo
polvo,
polvo,
polvo...
Nuestra es el hacha,
el hacha y el desierto,
el desierto amarillo
donde descanse el hacha,
cuando no quede ya
ni una raíz
ni un pájaro
ni un recuerdo
ni un nombre...
España,
¿por qué has de ser tú madre de traidores
y engendrar siempre polvo rencoroso?
Si tu destino es éste,
¡que te derribe y te deshaga el hacha!
Y aquéllos... ¿los del norte?
La elegía de la zorra
que la cante la zorra,
el buitre
la del buitre,
y el cobarde
la suya.
Cada raza y cada pueblo
con su lepra y con su llanto.
Yo lloro solamente las hazañas
del rencor
y del polvo...
y la gloria
del hacha.

Luego,
mañana..
¡para todos el mar!
Habrá llanto de sobra para el hombre
y agua amarga
para las dunas calcinadas...

León Felipe

2 comentarios:

Alina M dijo...

Un ejemplo de cómo la pena puede deslumbrar.

firmin dijo...

Llego con retraso, conmo el Conejo Blanco, pero emocionada: cuánta lucidez, amargura y bondad en estos versos. Gracias por traerlos.