De legiones de bocas
en número incontable,
de legiones de bocas
ingrávidas y aladas,
se armaba la luz
para besar su cuerpo.
Imágenes ardorosas
se fugaban siguiendo
contrarias direcciones
para sumergirse
en los delgados
estanques de sendos
espejos enfrentados.
Así tocaban la arena
plateada de los fondos,
torcían el rumbo
de la huída y se cruzaban
en mitad de las sendas,
sin reconocerse.
Con ojos de sorpresa
contemplaba la joven
el juego repetido
e ilimitado de sus copias,
que al menguar se diluían
en el verde brumoso
de una marina
otoñal y remota.
Pedro Crespo, 25 enero 2008
domingo, 3 de febrero de 2008
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1 comentario:
El óxido de hierro
verdea en los espejos...
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