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martes, 18 de diciembre de 2007

Reparos a la teoría F.S.M.

F.S.C. en el instante de animar al primer ser humano

Qui nimium probat, nihil probat
(El que prueba demasiado, no prueba nada)

Incluso la filosofía, la especulativa filosofía, se esfuerza por respetar las líneas convencionales del razonamiento y de la lógica. Incluso la filosofía, cuando examina el universo físico y la propia vida, trata de conciliarse con las corrientes científicas sobre las que hay amplio consenso. Incluso la filosofía, cuando se ocupa de la teoría del conocimiento aplicada al mundo físico, corre pareja con las consideraciones más asentadas de la epistemología científica, y no es raro que los tratados filosóficos cuyo enfoque es la metodología del conocimiento tengan en cuenta los descubrimientos de la física de vanguardia, tales como las teorías relativistas y en especial los resultados paradójicos de la física cuántica, tan enormemente sugestivos al tiempo que elusivos.

En la biología, y en lo que se refiere a las diversas manifestaciones de la vida y a los cambios de los que existe evidencia fósil, se considera como asentada la línea explicativa que parte de la exposición publicada por Darwin a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX [1]. Aunque no se tenga por definitiva y se reconozca incompleta, sobre esa línea maestra se elaboran actualmente explicaciones y correcciones a la misma. El descubrimiento de la genética y de sus mecanismos íntimos ha supuesto un enorme impulso en cuanto a las investigaciones en este campo, que ahora constituye un considerable conjunto de saber.

Por eso nos preocupa e incluso nos solivianta la corriente F.S.M. de una explicación alternativa, que según apreciamos se va abriendo camino incluso en universidades [2]. Se trata de una corriente que ha experimentado un crecimiento notable en los últimos años y que interpreta nuestro universo, incluida la manifestación de la vida, en términos del recurso a la intervención de una entidad inmaterial, el F.S.M., de la que se ofrece a veces una representación tangible, a la que se le atribuyen poderes trascendentes como la omnipresencia y la capacidad ilimitada de intervención.

Si hemos de ser honestos debemos reconocer que los argumentos en los que se apoya la teoría a la que aludimos son en principio irrebatibles. Lo que es más, se ajustan mejor que las teorías que actualmente se tienen por científicas a uno de los preceptos más respetables de la ciencia, como es el del reduccionismo metodológico. Según el principio de Occam de la economía (navaja de Occam) [3], en efecto, cuanto menor es el repertorio de afirmaciones que haya que admitir como dadas al elaborar una teoría, más aceptable será ésta («pluraritas non est ponenda sine neccesitate»). La teoría que tratamos de rebatir cumple extraordinariamente bien con este requisito, puesto que lo único que se requiere es la aceptación de la hipótesis mencionada de la entidad conocida como F.S.M. De todos modos, no está de más recordar que lo que Occam dice exactamente es que en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. Y probablemente, como está claro, no equivale a necesariamente.

No obstante no podemos evitar que nos parezcan forzadas y como argumentadas ad hoc algunas de las explicaciones que da el principal abanderado de dicha corriente de pensamiento y primero en presentarla y defenderla, Robert Hendenson. Graduado en físicas, no podemos pensar del mismo que le sea ajeno el rigor y la crítica científica. A pesar de todo, lo cierto es que algunos de sus razonamientos son impecables, como cuando explica el por qué resulta aparente la edad de la Tierra estimada por los métodos científicos al uso. Veamos sus razones:

«[...] Lo que esas personas no comprenden es que Él [el autor se refiere a la entidad F.S.C.] hizo el mundo para hacernos creer que la Tierra es más antigua de lo que realmente es. Así, por ejemplo, un científico puede llevar a cabo un proceso de datación mediante carbono-14 sobre un artefacto, y encuentra que aproximadamente el 75 por ciento del carbono-14 se ha desintegrado en nitrógeno-14 a causa de la emisión de electrones, e infiere que dicho artefacto tiene una antigüedad de unos diez mil años, puesto que la vida media del nitrógeno-14 parece ser de 5 730 años. Pero lo que nuestro científico no advierte es que cada vez que efectúa una medida, la entidad F.S.M. está allí cambiando los resultados con su seudópodo. Disponemos de numerosos textos que describen en detalle como es esto posible y las razones por las que Él lo hace. Él es por supuesto invisible y puede pasar a través de la materia normal con facilidad.»

Hay algo en esta explicación que no nos satisface. Naturalmente es irreprochable, pero cierta percepción nos dice que se aparta excesivamente del método científico por antonomasia. La teoría F.S.M. no es, por su propia naturaleza, falsable, de modo que de acuerdo con las tesis de Karl Popper una doctrina de ese tipo no se bate en condiciones de igualdad con el resto de las teorías, por lo que ha de ser apartada como teoría insana ―desde el punto de vista de la ciencia, entiéndase bien―, y privada sin más del derecho a contender en la arena científica. Es cierto que para Popper, al contrario de lo que afirma el positivismo, tiene sentido la aseveración de la existencia de la entidad F.S.M, pero este autor delinea muy bien los límites que separan tales tipos de proposiciones de las de carácter científico, y la que nos ocupa queda claramente al margen de éstas [4].

Podría argumentarse, desde luego, y aquí nos situamos del lado del punto de vista de Thomas Kuhn, que la teoría F.S.M. nos coloca frente a un nuevo paradigma científico. Para Kuhn, en efecto, la ciencia no procede por agregaciones progresivas en torno a un núcleo creciente de conocimientos, sino antes bien por cambios abruptos del marco completo de la teoría dominante, lo que se conoce como desplazamientos del paradigma. En este sentido podríamos sentirnos inclinados a aceptar que el paradigma F.S.M. nos traslada a un marco radicalmente nuevo. No obstante, la ciencia no se caracteriza por cambios de naturaleza tan radical. Antes bien, en los cambios de paradigma a que alude Kuhn siempre ha ocurrido que los nuevos formalismos incluyen a los anteriores en el sentido de que éstos se recuperan por paso al límite con respecto a ciertas condiciones o parámetros que han cobrado más generalidad en la nueva teoría. Y esto no ocurre en absoluto con la propuesta F.S.M., que prescinde del todo del acervo de saber histórico.

Nos sentimos obligados a denunciar también que las representaciones de la entidad F.S.M. son en cierto modo antropomórficas. Sugeriríamos prescindir de lo que parecen ser unos ojos y un soma central, para dejarlo reducido al conjunto de seudópodos, que podrían llegar a identificarse con los filamentos de la teoría de cuerdas o, en su enmadejamiento, formar el tejido de las supercuerdas. La ubicuidad podría sustituirse por un número ilimitado de copias del F.S.M. actuando en resonancia no local. El universo volvería a ser de este modo de nuevo cartesiano, dominado por un plenum que lo abarca todo. La actuación instantánea a distancia estaría avalada por la verificación de las condiciones de Bell relativas a la paradoja E.P.R., que ha significado el espaldarazo a la no localidad en el mundo físico.

A pesar de todo algo en nuestro interior nos dice que la doctrina F.S.M. es aberrante. Quizá se deba al lastre de la educación recibida. Después de todo, uno es irremediablemente hijo de su tiempo, y nunca es fácil superar la inercia intelectual. Hijo ―o debiera decir posiblemente prisionero― de la edad de la razón, yo presiento con temor que una nueva Edad Media se anuncia amenazante por el horizonte, y la melancolía me atenaza amargamente el corazón.

P. Crespo

[1] On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or The Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life, abreviado como The Origin of Species (El origen de las especies), publicado en 1859. Este libro estableció la evolución (cambios espontáneos hereditarios que se imponen cuando son favorables a la especie, habida cuenta de los condicionantes del entorno) a partir de un ascendiente común como la explicación científica dominante de la diversificación de las formas de la vida en la naturaleza.

[2] Home page: http//www.venganza.org

[3] William of Occam, fraile franciscano inglés del siglo XIV (aprox. 1285-1349). Lo que se conoce como la navaja de Occam era un principio muy común en la filosofía medieval (el principio de economía o de parsimonia) y no tuvo su origen con Willian de Ockham, pero debido al uso frecuente que éste le daba a dicho principio su nombre acabó inseparablemente ligado a él.

[4] Karl Popper (1902, 1994). La lógica de la investigación científica (Logik der Forschung, 1934, círculo de Viena). En esta obra el filósofo austríaco abordó el problema de los límites de demarcación entre la ciencia y proposiciones de otro carácter. Para Popper, la clave está en reconocer que el conocimiento científico no avanza confirmando nuevas leyes, sino descartando las que contradicen la experiencia, lo que constituye el proceso de falsación. Sólo han de admitirse como proposiciones científicas aquellas para las que, al menos conceptualmente, es posible un experimento que las contradiga.

[5] Thomas Kuhn (1992, 1996). Este científico norteamericano es famoso principalmente por su libro La estructura de las revoluciones científicas (1962). La idea que preside el pensamiento de Kuhn es la de que la ciencia no progresa por acumulación de nuevo conocimiento, sino por desplazamientos de los paradigmas, que transforman abruptamente la naturaleza del conocimiento.

3 comentarios:

Alina M dijo...

¡Ay! ¡Se avecina el ocaso de otro ídolo!...
(¿Qué hago con todo el spaghetti que tengo en casa?)

ikiru dijo...

Pues am� no me parece m�s descabellado que buscar teor�as f�sicas en la biblia.

Anónimo dijo...

¿Qué tienen que decir de la Bíblia, materialistas sordos?