Que no me pida licencia
quien quiera cantar mis versos.
Mis palabras son de todos,
si no ¿para qué las quiero?
Me pertenecen mis manos,
que se irán conmigo al cieno,
pero mi voz ¡que se quede,
sonando en labios ajenos!
De ustedes es la canción
de la que yo soy un eco.
Al pueblo van mis palabras,
porque vinieron del pueblo.
¿Qué más inmortalidad
que un grupo de compañeros
haga resonar mi voz
cuando yo esté en el silencio?
Nada queda de los hombres
si no es palabra en el viento,
si no es voz en la memoria,
si no es música en el tiempo.
Pedro Lezcano
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